Punkt #17: Especial 100 aniversario de Mrs. Dalloway
La novela que definió la consciencia
Primer punto
Londres, mediados de junio de 1923, Clarissa Dalloway sale de su casa a comprar las flores para la fiesta que lleva planeando desde hace días. En el camino comienza a pensar en su pasado. La ciudad, las tiendas y la gente van detonando recuerdos que se vuelven vívidos y por primera vez en la historia, con el doblar de las campanas del Big Ben, como lectores nos encontramos con el yo más profundo, no solo de un personaje, sino que de un salto de forma delicada y natural, nos encontramos de repente en la mente de alguien más, de otro personaje, y de otro, y de otro, pero volviendo siempre y con insistencia a Clarissa, al mismo tiempo que a Septimus Warren Smith, tan solo en el trasncurso de un día, un solo día en Londres de mediados de junio de 1923.
Noam Chomsky, en su libro Language and the Problem of Knowledge, dijo que es bastante probable que aprendamos más sobre la vida humana y la personalidad gracias a las novelas que a la misma psicología científica.
Y si hay una obra literaria que pueda definir de forma precisa la psiquis de la persona moderna del siglo XX, esa es Mrs. Dalloway de Virginia Woolf. Una novela fundamental, adelantada a su tiempo no solo en la literatura, sino también en la ciencia, en especial, la neurociencia y la psicología. Virginia Woolf construyó la representación más exacta de la consciencia a través de la poesía y el uso perenne y fluido de todas las técnicas del fluir de la consciencia. Fue capaz de definir la consciencia humana y el yo, un logro que aún sigue reverberando en la literatura actual y que aún sigue generando impacto, no solo por su capacidad artística, que es enorme, sino también por su capacidad psicológica y neurocientífica.
Tal y como afirma Jonah Lehrer en Proust y la Neurociencia, en traducción de Bernardo Moreno Carrillo, este gran avance literario dio origen a la idea de la consciencia como un proceso y no como un lugar, Como afirma Lehrer en la traducción:
“El yo es simplemente nuestra propia obra de arte, una ficción creada por el cerebro con el fin de dar sentido a su falta de unidad. En un mundo hecho de fragmentos, el yo es nuestro único «tema, recurrente, medio recordado, medio previsto». Si no existiera, nada podría existir. Seríamos un cerebro lleno de personajes en inútil busca de autor.”

Lo inefable
Woolf, en un artículo titulado “Modern Novels” en el suplemento literario del diario The Times (The Times Literary Supplement) [1919] definió su idea con un lenguaje científico, llamando a “registrar los átomos tal y como caen en la mente”:
Let us record the atoms as they fall upon the mind in the order in which they fall, let us trace the pattern, however disconnected and incoherent in appearance, which each sight or incident scores upon the consciousness. Let us not take it for granted that life exists more fully in what is commonly thought big than in what is commonly thought small.
Registremos los átomos tal y como caen en la mente en el orden en que caen, rastreemos el patrón, aunque parezca desconectado e incoherente, que cada vista o incidente graba en la consciencia. No demos por sentado que la vida existe más enteramente en lo que comúmente se cree grande que en lo que comúmente se cree pequeño.
Con esto definió no solo el método de su novela, sino lo que vendría a ser el núcleo central de toda la literatura moderna, es decir, y no casualmente, la definición del recurso del fluir de la consciencia.
La forma y el método de cómo registrar esos átomos mientras van cayendo en la mente de los personajes a través de las técnicas del fluir de la consciencia fueron ideados por Woolf para desarrollar Mrs. Dalloway, que como respuesta al Ulysses de Joyce también se desarrolla durante un solo día, en este caso en Londres. Woolf basó su método en la profundidad de los personajes, lo que ella misma llamó character-reading, su gran descubrimiento que convirtió a Mrs. Dalloway en el gran acontecimiento literario que sigue siendo hoy en día. La idea del character-reading como ella lo definió en su diario [1980: 272] se basó en cavar túneles dentro de sus personajes, rebuscando en sus mentes, en su pasados, en sus memorias y conectando todos estos túneles para hacerlos salir en los momentos del presente de la novela. Esos pequeños detalles que hacen de la vida una profunda existencia.
Al inicio ya abre la puerta del túnel del personaje principal, Clarissa Dalloway. El personaje, literal y simbólicamente, abre la puerta del presente y el narrador nos introduce en las profundidades del tunel de este personaje, en un recuerdo concreto, presentando y así conectando además desde la consciencia del personaje a otro personaje principal de la novela, Peter Walsh. Woolf lo logra principalmente a través de continuos flashback con un uso magistral del montaje en el que va definiendo sus personajes, otorgándoles cuatro dimensiones en una historia tridimensional a través de sus recuerdos y su pasado, usando la realidad del presente de la novela como detonante.
Un ejemplo es el uso del sonido, el del Big Ben en concreto, como una marca del tiempo que organiza la narrativa para traer el presente a la novela y a los personajes y también para cambiar de forma fluida de la consciencia de un personaje a la de otro. Es el sonar de las campanas del Big Ben el hilo que conduce la historia y la mantiene en ese constante fluir del presente al pasado, de la profundidad a la superficie de los túneles de los personajes sin perderse. En un uso bastante cinematográfico de la narración, Woolf utiliza al Big Ben como un símbolo, una especie de MacGuffin literario que conduce la novela. Ese primer estruendo, ese Boom representa el comienzo de la odisea de Clarissa Dalloway.
Los constantes cambios de punto de vista y de consciencia por medio del monólogo interior directo e indirecto van conectando los personajes de forma natural y fluida. Es de suma importancia la manera en que los demás miran a Clarissa, lo que piensan los demás de ella define a los personajes y, sobre todo, la define a ella. De hecho, tal es esa importancia que la novela termina no dentro de la consciencia de Clarissa, sino en la de Peter Walsh viéndola a ella:
“What is this terror? what is this ecstasy? he thought to himself. What is it that fills me with extraordinary excitement? It is Clarissa, he said. For there she was”.
“¿Qué es este terror? ¿qué es este éxtasis? pensó para sí . ¿De dónde viene esta extraordinaria emoción? Es Clarissa, dijo. Pues allí estaba ella.”
Es más, dentro de la novela Woolf utiliza una imagen para describir el mismo método con el que ha compuesto su obra en la mente de dos personajes distintos; primero en la mente de Clarissa Dalloway:
She looked at Peter Walsh; her look, passing through all that time and that emotion, reached him doubtfully; settled on him tearfully; and rose and fluttered away, as a bird touches a branch and rises and flutters away.
Miró a Peter Walsh; su mirada, atravesando todo ese tiempo y esa emoción, lo alcanzó de forma incierta; se posó sobre él entre lágrimas; y se alzó y se alejó aleteando, como un pájaro toca una rama se levanta y se aleja aleteando.
Más adelante en la mente de Septimus :
She held her hands to her head, waiting for him to say did he like the hat or not, and as she sat there, waiting, looking down, he could feel her mind, like a bird, falling from branch to branch, and always alighting, quite rightly; he could follow her mind, as she sat there in one of those loose lax poses that came to her naturally, and, if he should say anything, at once she smiled, like a bird alighting with all its claws firm upon the bough.
Se llevó las manos a la cabeza, esperando que él dijera si le gustaba el sombrero o no, y mientras ella estuvo allí, esperando, cabizbaja, él pudo sentir su mente, como un pájaro, yendo de una rama a otra, y siempre posándose, muy acertadamente; él pudo seguir su mente, mientras ella se quedó allí en una de esas posturas sueltas que se le daban de forma tan natural, y como si él debiera decir algo, de inmediato le sonrió, como un pájaro que se posa con todas sus garras firmemente sobre la rama.
Y se puede apreciar además el cambio de consciencia de Lucrezia, la pareja de Septimus, de una manera sutil, casi imperceptible si no se presta la atención adecuada. La razón del hecho de definir la idea de su método en imágenes casi idénticas en la mente de Clarissa Dalloway y Septimus Warren Smith no es casualidad, pues son los túneles de estos dos personajes los que más se conectan, sin ni siquiera conocerse en persona. Woolf crea entre ambos personajes un leve pero intenso desdoblamiento, la tragedia, la aprehensión se va afincando cada vez más fuerte a medida que la novela avanza, hasta llegar al suicidio de Septimus y la noticia de la muerte durante la fiesta de Clarissa:
“Oh! thought Clarissa, in the middle of my party, here's death, she thought”.
¡Oh! pensó Clarissa, justo durante la fiesta, ha llegado la muerte, pensó.”
Ahí establece los paralelismos entre los dos, Clarissa y Septimus, la vida y la muerte, la cordura y la locura, la felicidad y la depresión, la fiesta y el suicidio.
Cabe destacar que Woolf utiliza el ritmo, las palabras y la expresividad para definir las consciencias de sus personajes. Ahí está el paralelismo entre Clarissa y Septimus, este último desarrollado con una sensibilidad poética más expresiva por estar más cercano a la muerte. Todas las incursiones en la mente de Septimus muestran una continua aprehensión y un estado mental negativo, una representa la cordura mientras el otro la locura, una la felicidad mientras el otro la depresión. Ambos personajes existen en paralelo, pero comparten diferentes recuerdos que en la novela son definidos como momentos aprehensivos y momentos exquisitos, y mientras los primeros parecen perseguir a los personajes, los últimos, “the exquisite moments”, como los define Clarissa utilizando otra imagen, son como un regalo muy bien envuelto solo para conservarlo, pero no para mirarlo. De hecho, son estos dos personajes los que suelen tener verdaderas incursiones mentales propias, mientras que los demás personajes suelen expresar sus pensamientos sobre alguno de estos dos personajes.
El simbolismo es realmente importante durante toda la novela, son pequeños detalles y objetos que van definiendo las escenas de una forma u otra. Es ahí donde entra el carácter teatral en la novela: en una escena totalmente dramática, el primer encuentro entre Peter Walsh y Clarissa Dalloway. Los personajes afrontan la conversación como si se tratase de una batalla, uno abriendo incansablemente la navaja de bolsillo y la otra sosteniendo en su mano la aguja de coser mientras conversan. Pero no solo ahí, pues, en una escena totalmente teatral, Peter Walsh camina por el parque y más que como un monólogo interior sus pensamientos son abordados como un soliloquio, más elaborados y objetivos, como si pensara en voz alta. E incluso el narrador en esta escena realiza las acotaciones como si de una obra de teatro se tratara:
The compensation of growing old, Peter Walsh thought, coming out of Regent's Park, and holding his hat in hand, was simply this; that the passions remain as strong as ever, but one has gained - at last! - the power which adds the supreme flavour to existence - the power of taking hold of experience, of turning it round, slowly, in the light. A terrible confession it was (he put his hat on again), but now, at the age of fifty-three, one scarcely needed people any more.
La compensación de envejecer, pensó Peter Walsh, saliendo del Regent’s Park con el sombrero en mano, era esta; que las pasiones se mantiene tan fuertes como nunca, pero uno ha adquirido— ¡al fin!— el poder que añade un sabor supremo a la existencia— el poder de aferrarse a la experiencia, de retorcerla lentamente en la luz. Era un terrible confesión (se puso de nuevo el sombrero), pero ahora, a mis cincuenta y tres años, uno ya casi no necesitaba de la gente.
Lo que debería ser un monólogo interior a simple vista, en realidad se vuelve un soliloquio por su expresividad, incluso con exclamaciones como “at last”, y sobre todo con las acotaciones típicas de una obra teatral: “(he puts his hat on again)”.
La novela aúna la fluidez de la narratividad, la belleza de lo poético y la intensidad del teatro, elementos que se pueden encontrar en la traducción combinada con la que Woolf compone su novela, principalmente la Odisea homérica, Shakespeare, la poesía de William Blake y sobre todo el ritmo y el simbolismo de **“The Waste Land” de T. S. Eliot. El montaje también está logrado de manera magistral, utilizando el sonido para darle una ilusión de simultaneidad a la novela y las acciones y para poder ir de una consciencia a otra. En la escena final de la fiesta, elaborada como una ofrenda en paralelo con el suicidio, el montaje a través del punto de vista utiliza un ritmo frenético en el que pareciera que las consciencias danzaran unas con otras, cambiando más rápidamente, tejiendo una telaraña con la mente de los personajes. Una telaraña que es también nuestra mente, de recuerdos, emociones y lecturas.
Punkt Final
Mrs. Dalloway fue publicada el 14 de mayo de 1925, son cien años de una de las novelas que más he releído en mi vida, recuerdo cada una de esas lecturas con particular emoción, desde esa primera desde el asombro, hasta esta última con profundo detalle, desde un punto de vista académico y traductológico. Son los túneles que he cavado yo mismo en el acto que me hace sentir más vivo, el acto de la lectura. Es la lenta construcción de una consciencia que se enriquece con la poesía de una obra de arte que perdurará por cientos de años más.
Al final me quedó con este fragmento de la novela:
They went on living (she would have to go back; the rooms were still crowded; people kept on coming). They (all day she had been thinking of Bourton, of Peter, of Sally), they would grow old. A thing there was that mattered; a thing, wreathed about with chatter, defaced, obscured in her own life, let drop every day in corruption, lies, chatter. This he had preserved. Death was defiance. Death was an attempt to communicate, people feeling the impossibility of reaching the centre which, mystically, evaded them; closeness drew apart; rapture faded; one was alone. There was an embrace in death.
Para ellos la vida continuaba (ella tendría que volver; las habitaciones aún estaban atestadas; la gente seguía llegando). Ellos (se había pasado todo el día pensando en Bourton, Peter y Sally) envejecerían. Había una cosa que importaba; una cosa, envuelta entre parloteo, desfigurada, oscurecida en su propia vida, caída cada día en corrupción, mentiras, parloteos. Esto, él lo había conservado. La muerte era desafío, la muerte era un intento de comunicar, gente sintiendo la imposibilidad de alcanzar el centro que, místicamente, los evadía; la cercanía se alejó; el arrebatamiento se desvaneció; quedamos solos. Hubo un abrazo en la muerte.
Punkt.
“Hubo un abrazo en la muerte” hubo un abrazo eterno que nos deleita siempre Woolf con el fluir de su consciencia y el ir y venir de la tuya que se une a la suya. De mis Punkts favoritos. Punkt